miércoles, 6 de febrero de 2013

Perfil de Edwin Miño Arcos


Edwin Miño Arcos


Doctor en Administración Pública y Especialista en Gestión Local.
Soy un revolucionario convencido de este proceso de transformación que vive el país. He luchado toda mi vida buscando la igualdad y la justicia. Esta búsqueda me convocó a formar parte del grupo armado subversivo Alfaro Vive Carajo, durante el régimen de Febres Cordero.

Los últimos años presté mi contingente en el Gobierno de Pichincha como Secretario de Desarrollo Económico en el impulso de la economía popular y solidaria, y el apoyo al sector empresarial y micro empresarial.

Nunca me han amedrentado los retos que tienen que ver con el bienestar de mi pueblo; por ello, otra vez recorro la provincia en busca del respaldo de mis amigos para enfrentar la siguiente batalla en la Asamblea Nacional, en donde trabajaré desde propuestas legislativas para eliminar las formas injustas e ineficientes de producir y convivir.

Viva Alfaro Carajo


VIVA ALFARO CARAJO
El artículo “rescate que forja la historia a sablazos”, se deja ganar por el anti-gobiernismo, lo que en el análisis histórico social de la figura de Alfaro y su supuesto uso por parte del gobierno, hacen de este escrito una mezcla entre subjetividades, juicios de valor, errores históricos y sobre todo omisiones (creyendo estas sean de buena fe). 
Creer que 150 o más actos programados por diversas instituciones públicas crean “las bases históricas de un partido” es una conclusión por lo menos superficial, insuficiente para el análisis y sobre todo descontextualizada. El activismo, el acto comunicacional aislado, no constituye la base para construcción de imaginarios o referentes históricos de los cuales un movimiento o partido, peor un gobierno echen mano para completar su proceso de hegemonía. 
Todos los actos programados son efímeros, se terminarán a fines de enero y seguramente otro problema, suceso o la esquizofrénica y agotada discusión sobre la libertad de expresión reemplazarán el debate nacional, o por lo menos eso sucederá en la agenda de los medios y de los políticos de oposición, con toda la lista de actores y fenómenos como son: los periodistas, la libertad de opinión, la ley de comunicación, la asamblea etcétera. 
Con el afán de criticar al gobierno se desconoce el rescate de figura histórica que se hizo de Alfaro en los años ochenta. Precisamente como figura de rebeldía, de lucha, sin exagerar los atributos democráticos del presidente Alfaro. Fue la guerrilla alfarista de esos tiempos, fundamentalmente ALFARO VIVE CARAJO (AVC), quien desenterró ese Alfaro inofensivo, reducido a bustos y retratos en manos del partido liberal y de algunos otros. 
Nadie podrá negar que durante el gobierno oligárquico de Febres Cordero, hablar de Alfaro fuera subversivo, corrías peligro, era insurgente su nombre, y así perduró por lustros inclusive negado como figura histórica. 
Es un concurso el que lo eleva a la calidad de mejor ecuatoriano e intenta hacerlo un símbolo nuevamente inofensivo, pero siempre en nuestras generaciones quedó marcado Alfaro como símbolo de rebelión (acaso algunos policías no gritaban el 30-S: abajo el gobierno alfarista o de los “alfaros”), así como para algunos retrógrados, para la oligarquía, Alfaro siempre será esa espina que desde los ochenta les resulta incómoda. 
De espacio se olvidan los analistas,  y ahora, saltando esa parte sustancial, quieren endilgarle al gobierno la intención de rescatar, usar y hacerle su referente a Alfaro. 
Y para que no se especule mucho, ese rescate histórico de figuras se da en América Latina ligado a movimientos revolucionarios y a luchas armadas: 
En Cuba se rescata a Martí por parte del movimiento 26 de julio de Fidel Castro allá por mediados de la década de los cincuenta, y en los setenta los Sandinistas rescatan la figura de Sandino, como aglutinador de las tres tendencias de la guerrilla que desembocó en la derrota oligárquica y del imperialismo en Somoza; y hasta los ochenta los salvadoreños y su guerrilla de liberación nacional rescatan la historia de Farabundo Martí; no muy lejos nuestro, las guerrillas colombianas -sobre todo el M-19- rescatan la figura de Bolívar e inician su lucha con la recuperación de las espadas del Libertador. 
Las izquierdas revolucionarias rescataban figuras históricas -entre otras muchas razones- para darles un carácter local-nacional a su lucha. No se podía continuar convocando a la revolución con las imágenes de Lenin, Marx o Trosky, las propuestas revolucionarias fueron haciéndose carne del país. 
El buscar “raigambres” históricos es una cualidad de cualquier organización política – social. Los neoconservadores o neoliberales buscaban sus referentes históricos en los economistas Adam Smith o David Ricardo, y el supuesto discurso de la libertad. Y que yo recuerde, nadie los acusa de alterar la historia o de apropiarse de un sujeto-objeto histórico 
Entonces, no acusemos ni pretendamos dar a entender que el Gobierno actual inicia el rescate histórico de Alfaro, a lo mucho, podríamos reconocer el haber asumido ya esa figura para darle contenido historiográfico a este proceso de transformación que estamos viviendo. 
ALFARO LIBERAL Y LA REVOLUCIÓN ANTI-LIBERAL 
Hay mucha facilidad para jugar con las palabras y sus contenidos, llegando a vaciarlas de sus conceptos y sus significantes y así dejarlas huérfanas o llenarlas con otro tipo de significados según nos convenga. Eso sucede con la supuesta paradoja entre el Alfaro liberal y la revolución anti-neoliberal. 
En primer lugar Alfaro no representó al liberalismo, él representaba un ala radical que entró en el partido liberal y su revolución puede haber tenido el calificativo de liberal por el contexto histórico en el que se desarrolló, pero no se la puede limitar o restringir a un partido político. 
En segundo lugar, los conceptos tienen temporalidades (tiempos y espacios) y no se los puede andar a traer por la historia sin perjuicio de inventario. Me pregunto que si así fuese ¿creen que Alfaro estaría en el partido liberal de Blasco Peñaherera? O del mismo Plaza y la plutocracia? 
Las personas y los conceptos sociales evolucionan o involucionan pero no se mantienen estáticos, así el neoliberalismo actual no es el liberalismo de inicio del siglo 20, por lo que es poco más que ridículo el comparar y querer enfrentar la lucha anti neoliberal de los procesos de hoy con la revolución “liberal” de Alfaro, no hay tal paradoja, me parece anti ético anti dialéctico y no paradójica esa comparación. 
EL CAMBIO DEL ACTA O DE LA HISTORIA 
Siempre supimos que la historia la escriben los vencedores, y eso perdura hasta que nuevos descubrimientos históricos se produzcan o nos atrevamos –como diría Walter Benjamín- a leer la historia a contra pelo,  entonces la volvemos a contextualizar, y eso precisamente es lo que se trata de hacer. 
No se trata “de cambiar la historia por vía de las formas”, pero ésta no es ni una fotografía ni es inmutable. A Alfaro no le mataron los quiteños como residentes en una localidad, lo mataron grupos de presión, intereses económicos y políticos y hasta militares. A esos es quienes han encubierto la historia, y no se quiere molestar o mejor dicho molesta a “intelectuales conservadores disfrazados de progresistas o demócratas” y ¿por qué no investigan el papel de la iglesia o de los curas en ese crimen? Lo que se quiere eliminar es esa generalización al pueblo quiteño y la exclusión –en medio de la masa- de los verdaderos autores intelectuales del crimen. 
Para Marx, la historia se repite unas veces como comedia y otras como tragedia. Lo trágico-cómico es que – quienes hacen este análisis de Alfaro y el gobierno- no dicen nada cuando el gobierno derechista de Piñeira quiere cambiar el término dictadura por régimen militar; ahí si se pretende cambiar la historia a decretos 
EL RESCATE HISTÓRICO COMO FORMA DE EXCLUSIÓN 
Cuando alguien quiere ver el vaso medio vacío, no hay forma de convencer que por lo menos tiene algo de agua. Pensar que el rescate histórico de un personaje puede servir para aislar, marginar o excluir, es hilar demasiado fino cayendo casi en la ficción, cómo se puede creer que primero el gobierno pueda apropiarse de Alfaro y luego plantear que el que no es alfarista es mi enemigo. Ya es iluso eso. 
Por el contrario puede ser usado para la construcción de un referente nacional, Alfaro ya es un mito(a este lo entendemos como la construcción social que simbólicamente representa una parte de la realidad histórica) y no necesita de Correa o del gobierno para serlo. Ahora, si la oposición se siente más cómoda con otros personajes, ya es cuestión de ellos y sus posiciones políticas e ideológicas; pero sobre todo Alfaro está por encima de un gobierno, de un presidente y de una oposición. 
Atribuirle al presidente que en su sed de vanidad quiera ser el heredero de la “sangre real de Alfaro” es ridículo, el indio Alfaro lo último que fue es creador de una estirpe de herederos reales ni siquiera como revolucionarios, puesto que durante casi un siglo fue el referente de los liberales derechizados hasta el rescate histórico- subversivo hecho por AVC. 
Como conclusión, no nos dejemos confundir por la pasión partidista o el anti-gobiernismo, aportemos todos en el rescate histórico de Alfaro, su imagen tiene cabida para todos los que pretendan el cambio estructural en el país, puede ser la imagen que apoye la construcción del proyecto nacional, de objetivos que nos muevan a los ecuatorianos, pero fuera de las mezquindades disfrazadas de análisis históricos forzados en el afán de criticar a Correa y su gobierno. Alfaro sobrevivirá al gobierno y a la oposición y cuando esto pase y no hayamos superado nuestras limitaciones, nuevamente estaremos enfrascados en debates fatuos y superficiales, incompletos y descontextualizados.